Bueno, pero vallamos al punto.
Yo contaba con veinte años menos, y en mi explosivo carácter, dejé el negocio familiar y esto, sin tener otra cosa en que poder trabajar.
En eso me apareció, oportunamente, un taxi para trabajar como chofer; aunque una sola cosa me faltaba,… la licencia profesional para conducirlo.
Como buen ciudadano común (más común que nadie), tomé mi Fiat 1500 del ´69, y un poco de dinero para acelerar el trámite, aceitando en efectivo el aparato burocrático.
De más está decir que salí aprobado. Era un tachero habilitado, aunque de forma ilegal.
Así empecé a manejar por la ciudad de Buenos Aires, con ingenuos pasajeros, que creían que era un taxista preparado, y no lo era tanto, pero la licencia rebatía este argumento.
En un viaje a la terminal de Retiro de ómnibus, doblé de forma inadecuada, y llegando al destino, me detuvo un policía. Con una actitud correcta, pero profesionalmente distante, procedió a labrar la infracción.
En ese momento averigüé lo que me iba a salir el trámite, y me pareció justo, aunque era mucho para mí. Pedí un único consejo, y la respuesta fue, “¡apelale al Juez!”
Procedí entonces.
Esperé mi turno, entré al tribunal, y el Juez me pidió los motivos por los cuales recurría a él. Le contesté que quería apelar.
Lo único que me dijo es algo así,… “usted tiene carnet profesional”... Si mal no recuerdo, golpeó el martillo, (o esto se me confunde con alguna peli), y sin más, me duplicó la cifra de la multa.
Con esto en mi memoria, se me disparó una reflexión, ¿será que cuanta más autoridad, ministerios, nombramientos, etc., asumamos, nos hará aún más inexcusables?; ¿será que hay cosas que ya no podremos apelar?
Por ejemplo. Es lindo tener una posición frente a Dios y a su iglesia. Pero ya no podemos tener rencor sin solucionarlo. ¿Por qué? Por que, ya tenés carnet profesional. Ya no podés decir que no sabías.
Te podés equivocar, pero te tenés que arrepentir con más rapidez que cuando eras enemigo de Dios en tus delitos y pecados.
Y tengamos en cuenta esto, y yo me pongo primero.
Dios resiste a los soberbios, pero da gracia los humildes. Y esto no varía al convertirte, por el simple motivo de que Dios es el mismo desde siempre y para siempre.
Por ejemplo:
Si vas a predicar el evangelio. Si vas a hablar de fe en Cristo y arrepentimiento para salvación, preparate a practicarlo. Sino, es probable, que se te venga encima como se le vino a Gerson.(Gen 4:24)
Es probable que la maldición se te venga, pero te aseguro, no viene sin causa.
En la Cruz se hizo un sacrificio más que suficiente. Pero si no perdonamos, así como involuntariamente salió poder de Jesús que sanó a una mujer, nuestra iniquidad volverá a ser un muro entre nosotros y nuestro Padre.
Y no es Dios quien nos dejaría, sino que nosotros dejaríamos su Justicia.
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