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miércoles, 2 de noviembre de 2016

Más fácil que la tabla del uno



Y les dijo: ¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?

Marcos 4:13 (RVR1960)


Durante el primario que cursaba mi hijo mayor, los popes de turno, decidieron que no había que estudiar más las tablas de multiplicar, sino que por osmosis pitagórica se harían del cálculo matemático. La resultante, sería una incapacidad cognitiva para resolver esta operación matemática, pues sin el manejo de las tablas, no le era posible.


Obviamente a estos cráneos pedagógicos, les interesa más el planteo mediático de la novedad pedagógica, que el gestar una generación de jóvenes que no pueden resolver una operación matemática.


Y veo en la declaración de Cristo, una encrucijada.


 Así como sin saber la progresión multiplicadora de las tablas, no podes resolver problemas de mayor complejidad, sin entender esta parábola, la del sembrador, se te velaría la verdad revelada en las restantes.


Sin pretender presentar una apertura teológica de este relato del Salvador, pues me creo sin las suficientes herramientas para ello, si me propongo desarrollar una reflexión.


Hay tres constantes en el relato, dos en estado cambiante, y una en permanencia.


La tierra, en definición, es el estado de descomposición en su máxima potencia, a tal punto que llega a estar estable.


El sembrador, un trabajador que se agota, que duerme (Mr. 4:26-27), y que no puede hacer más que sembrar, y esperar el resultado de su labor, sin que este dependa de él.


Y la semilla. La potencia invisible. La vida latente.


Lo único que es automático, pero depende de una sola cosa.


La semilla en un frasco, no crece.


Debe ser soltada en la mano imperfecta de un labrador que se cansa y duerme, y tomar contacto con la humedad putrefacta de la tierra, y es en ese diseño, que  “de suyo lleva fruto” , que en el original es la palabra “automatos”. Seguro si se hubiera traducido en esta época, se diría que esa semilla, el evangelio, se desarrolla “automáticamente”. Pero dice que esta semilla de suyo lleva fruto “la tierra”, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga;…


Un diseño, para un resultado.


Un mensaje, una buena noticia.


Y tan buena es, por que las malas noticias son terriblemente malas.


Éramos sus enemigos, muertos en nuestros pecados, esclavos de nuestra situación.


Y vino la semilla, Cristo. Y tomó nuestro castigo merecido, fue nuestro sustituto perfecto, sin injusticia, sin desobediencia. Con una santidad  plena.


Tomó nuestra vida, sufrió nuestra muerte.


Murió nuestra muerte y vivimos en su resurrección.


Fue separado del Padre, para reconciliarnos para siempre con Él.


Si no nos gusta el diseño, no es culpa del Creador que no obtengamos los resultados prometidos.  







 

 

 

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