Y
les dijo: ¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las
parábolas?
Marcos 4:13 (RVR1960)
Durante el primario que cursaba
mi hijo mayor, los popes de turno, decidieron que no había que estudiar más las
tablas de multiplicar, sino que por osmosis pitagórica se harían del cálculo
matemático. La resultante, sería una incapacidad cognitiva para resolver esta
operación matemática, pues sin el manejo de las tablas, no le era posible.
Obviamente a estos cráneos
pedagógicos, les interesa más el planteo mediático de la novedad pedagógica,
que el gestar una generación de jóvenes que no pueden resolver una operación
matemática.
Y veo en la declaración de
Cristo, una encrucijada.
Así como sin saber la progresión
multiplicadora de las tablas, no podes resolver problemas de mayor complejidad,
sin entender esta parábola, la del sembrador, se te velaría la verdad revelada
en las restantes.
Sin pretender presentar una
apertura teológica de este relato del Salvador, pues me creo sin las
suficientes herramientas para ello, si me propongo desarrollar una reflexión.
Hay tres constantes en el relato,
dos en estado cambiante, y una en permanencia.
La tierra, en definición, es el
estado de descomposición en su máxima potencia, a tal punto que llega a estar
estable.
El sembrador, un trabajador que
se agota, que duerme (Mr. 4:26-27), y que no puede hacer más que sembrar, y
esperar el resultado de su labor, sin que este dependa de él.
Y la semilla. La potencia
invisible. La vida latente.
Lo único que es automático, pero
depende de una sola cosa.
La semilla en un frasco, no
crece.
Debe ser soltada en la mano
imperfecta de un labrador que se cansa y duerme, y tomar contacto con la humedad
putrefacta de la tierra, y es en ese diseño, que “de suyo lleva fruto” , que en el
original es la palabra “automatos”. Seguro si se hubiera traducido en esta
época, se diría que esa semilla, el evangelio, se desarrolla “automáticamente”.
Pero dice que esta semilla de suyo lleva fruto “la tierra”, primero hierba,
luego espiga, después grano lleno en la espiga;…
Un diseño, para un resultado.
Un mensaje, una buena noticia.
Y tan buena es, por que las malas
noticias son terriblemente malas.
Éramos sus enemigos, muertos en
nuestros pecados, esclavos de nuestra situación.
Y vino la semilla, Cristo. Y tomó
nuestro castigo merecido, fue nuestro sustituto perfecto, sin injusticia, sin
desobediencia. Con una santidad plena.
Tomó nuestra vida, sufrió nuestra
muerte.
Murió nuestra muerte y vivimos en
su resurrección.
Fue separado del Padre, para
reconciliarnos para siempre con Él.
Si no nos gusta el diseño, no es culpa
del Creador que no obtengamos los resultados prometidos.
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