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domingo, 27 de octubre de 2013

Una chispa

  Prendía el fuego para disfrutar de un asadito familiar. Era una noche oscura en la terraza. Por fiaca no llevé luz. Ni el celu. La luminosidad de la llama se destacaba en el marco de la negritud nocturna. 
  Recuerdo algún asado a la luz del sol; tenía que acercar mi mano para estar plenamente seguro de la llama. Pero en esta noche no. Era evidente.
   Luego comenzó un show de chisporroteos. Pequeños puntos lumínicos tan incandescentes como el fuego que le dio origen, pero lo suficientemente livianos para dejarse llevar por el viento. Una sola de esas chispas podía generar una llama igual o mayor que la que le dio origen. 

Primero a encenderse. 
... pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra [Hch 1:8 ] RV1960
Y luego a alivianarse de cargas, para que el viento del Espíritu nos lleve a donde el quiera.
El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. [Jn 3:8] RV1960 

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