Translate

martes, 15 de septiembre de 2015

GRACIA VS. VERDAD

"Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad."
Juan 1:14 RV1960
Muchas veces me acusaron de tener un mensaje agresivo. Y no es el mensaje, es mi personalidad confrontativa la que acentúa la violencia del Amor de Dios en la persona de Cristo.
Tal vez a un adorador le resulta más fácil mostrar la dulzura de la persona de Jesús en una suave melodía.
Pero resulta que si vemos los evangelios, nos encontraremos con un Cristo confrontativo y casi insultante, como para apoyar al evangelista. 
Y también, si buscamos encontrarlo, veremos a un dulce maestro que conformaría la cosmovisión del salmista.
Vemos, por un lado, al que le dice víboras, a unos,  y perra, a otra; y, al mismo tiempo, podemos encontrar al que se deja rodear los niños y al que permite que su joven discípulo se recueste en su pecho.
Pero en el verso que antecede a estas líneas lo clarifica.
Cuando dice lleno, en el original es "completo", como la idea de plenitud absoluta, integralmente equilibrada, entre la gracia (caris; regalo, don, gratis) y la verdad (aletheia; lo verdadero, que no esconde nada). 
Es como decir que estaba completo de negro y de blanco, pero sin convertirse en gris. 
La descripción de Juan es que El Hijo de Dios mostraba atributos visibles (gloria) perfectamente convivientes en su persona. Una veracidad congruente a su justicia, y un amor de dádivas inmerecidas coherente a su gracia; y estas absolutas y definitorias características, conviviendo perfectamente en el cuerpo y la mente de este Cristo encarnado, que Juan, nuestro expositor y testigo presencial del Mesías, nos describe tan claramente.
Y haciendo una traslación a las características del Cristo  encarnado hoy, para verlo, necesariamente, debemos ver a la iglesia, su cuerpo.  Y lo que con tal naturalidad vio Juan en Cristo, esa dualidad conviviente entre gracia y justicia, entre dulzura y asperezas, hoy nos hace intolerantes al verlo en la Iglesia.
¿Cómo un evangelista o un profeta  no se vería compelido a declarar la verdad sin filtro sin sentirse en falta si no lo hace?
¿Cómo un  salmista no declararía los beneficios de la dulzura y ternura  paternal del Creador?
Pero nuestra intolerancia no nos deja ver ni discernir el cuerpo, que es Cristo en la tierra, y que tiene la misma gloria… “gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario