Me acordaba de la primer congregación en Jerusalén; vivían todos juntos y en comunidad. Hasta que Dios los dispersó con la diáspora generada por el Imperio Romano. Y desde ese momento, vemos simples servidores de mesa siendo transportados al desierto para hablarle a un eunuco.
Y me sobrevino una imagen en el Espíritu, la de una implosión de un edificio.
Se ponen los explosivos de tal forma, en las columnas y soportes, y se detonan en una cronología precisa, para que se puede derribar un edificio enorme y sin afectar a nada alrededor.
Y así veo la Iglesia por momentos, en una detonación controlada, en un avivamiento de congresos y plenarias, poniendo la Iglesia “dinamita" en ámbitos controlados y de delimitada influencia.
Y me imagino esa misma "dinamita" del Espíritu detonándose libremente en la sociedad, quebrándose en esquirlas de vida, en la muerte y resurrección de Cristo, reconciliando Cielo y tierra, y deshaciendo las obras del enemigo, y se que así afectaríamos a nuestro entorno poderosamente.
Un avivamiento real, un poder real, un mensaje que proclamar sin techo.
Una sociedad transformada y el cielo llenándose de hijos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario