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martes, 26 de enero de 2016

...del tergopor al efecto digital.

Cuando veía las últimas versiones de Star Trek, de los tremendos efectos especiales digitalizados, cautivante acompañamiento a una historia, a un guión apasionante. La humanidad conquistando “La última frontera”.
En un paralelo mental, veo que con la misma pasión y asombro, veía la serie setentosa de la misma historia, en planetas hechos de tergopor, y de extraterrestres de goma espuma.
Y aunque el asombro es el mismo, el estándar de expectación varía con las variaciones técnicas logradas para mejores efectos de visualizaciones.
Ayer en un momento de oración tuve una visión, y los que me conocen saben que este don en particular no es en el que más fluyo. Veía  humo  y oscuridad. Empecé a declarar luz, acordándome del principio vector del Génesis. Primero luz,  y después ordenamiento del vacío desordenado.
Le pregunto a Gladys, mi esposa, y había visto lo mismo (Tampoco es algo que nos pase muy seguido)  
Y empezó la guerra, un momento glorioso de apertura de los Cielos. El infierno se desgranaba por el poder del Nombre de Cristo.
¡¡¡Hermosa Victoria en el nombre de Cristo!!!
Y, luego de una tremenda guerra en los aires, tuve otra visión. Una nube más alta,  translúcida y  luminosa. 
El humo era imitación, tal vez ya no de tergopor o goma espuma, como la vieja serie; ahora más sistemática, más eclesiástica, más sofisticada; pero seguía siendo una falsa nube de Gloria, solo artificio de lo Real.
Nuestras exigencias como congregación han subido, la tecnología es más accesible. Pero no compremos humo, porque hasta el día de hoy, no hay registro témplico tan espectacular como el Templo salomónico lleno de la Shekináh, y de la gloriosa revelación de Su presencia.





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